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sábado25.6.11

El tapiz del Sinaí


Poco a poco voy retomando algunos buenos hábitos aparcados durante estos últimos dos años de intensa actividad en multitud de proyectos. Uno de ellos es la lectura.

El Tapiz del Sinaí es el primer volumen de la tetralogía sobre Jerusalén escrita por el norteamericano Edward Whittemore, al que se refería la revista Publishers Weekly como el mejor novelista estadounidense desconocido.

Con tan solo cinco libros publicados, los cuatro de la tetralogía y Quin's Shanghai Circus, su obra ha sido comparada con la de autores como Borges, García Márquez, Pynchon o Vonnegut. A mí me gustaría añadir a estos referentes a John Kennedy Toole, que en su novela póstuma La Conjura de los Necios construyó un absurdo universo de personajes y situaciones en torno al protagonista de la misma.

Precisamente Whittemore y Toole comparten el gusto en la descripción de situaciones y personajes escabrosamente divertidos, de las que os dejaré tres perlas extraídas de El tapiz del Sinaí al final del artículo.

Atendiendo a las solapas de la novela todo apunta a que nos encontramos a otro volumen de la corriente histórico-fantástica revitalizada por El Código da Vinci:

En los primeros años del siglo XIX, Skanderberg Wallenstein, un fanático monje albanés y lingüista, desentierra en un monasterio de Jerusalén la Biblia más antigua del mundo y descubre que niega toda verdad religiosa jamás sostenida por persona alguna. Atemorizado por las consecuencias de su difusión Wallenstein falsifica una Biblia original que justificará la fe y entierra la auténtica Biblia del Sinaí en Jerusalén. Sus acciones ponen en marcha una cruda, brillante e innegable aventura épica que se prolonga durante un siglo y entrelaza los destinos de cuatro nombres extraordinarios en las arenas movedizas de la Ciudad Santa: Plantagenet Strongbow, un aventurero inglés que se convierte en un santón musulmán y, finalmente, en los albores de la Primera Guerra Mundial, en el dueño secreto del Imperio Otomano; su hijo, Stern, un visionario que dedica su vida a fundar una patria en el Medio Oriente donde convivan en paz judíos, musulmanes y cristianos; Haj Harun, un guerrero y anticuario de 3.000 años de edad; y O'Sullivan Beare, un exiliado irlandés, combatiente independentista y traficante de armas.

Sin embargo toda la trama en torno a la Biblia del Sinaí y este conjunto de estrafalarios personajes no es más que una excusa para recrear la historia del Medio Oriente, una historia que en la novela alcanza su más dramático zénit en el capítulo, casi al final de la misma, dedicado a la reconquista, en el año 1922, de la ciudad de Esmirna por parte de los turcos, con la consiguiente masacre de las comunidades griega y armenia, hecho conocido como la Catástrofe del Asia Menor. Una reconquista en la que sitúa por accidente a nuestros protagonistas: Haj Harun, O'Sullivan y Stern, junto a otros dos personajes secundarios de la novela.

Los tres fragmentos prometidos ;)

Conversación entre O'Sullivan y Haj Harun al poco de conocerse:
- ... ¿Hay algo más que quieras contarme? [O'Sullivan]
- Solos dos descubrimientos que hice cuando era niño.
- ¿Sólo dos, dices?
- El primero tiene que ver con pelotas.
- ¿Algún juego?
- Bueno, me refería a las mías.
- Ah, comprendo.
- Sí, cuando era pequeño creía que servían para almacenar el pis. Cuando las miraba me parecía los más razonable. Pero cuando crecí, comprendí que su utilidad era otra muy distinta.
- Esos es cierto. ¿Y el otro descubrimiento?
- Que las mujeres e incluso los emperadores hacían caca como yo. Una vez al día, más o menos con las mismas explosiones y gases.
- Muy curioso.
- Sí, mucho. Me llevó por lo menos un año acostumbrarme a la idea y no sabes cuán largo puede hacerse  un año cuando eres pequeño. ¿A que parece una eternidad?
- Sí, una eternidad.
- ¿Sabes cómo hice esos descubrimientos?
- Pues no.
- A través de un narrador de cuentos ciego que salmodiaba junto a los caminos mientras un imbécil escribía lo que decía. Eran historias para adultos y yo no debería haberlas escuchado. Pero lo hice. Era muy pequeño por aquel entonces.
- Ya veo.
- Sí -añadió Haj Harum con indolencia-. Pero también es cierto que todos somos jóvenes e inocentes en algún momento.

Segundo fragmento, repasando las andanzas de Stern:
Aquel mismo invierno, Stern arregló un encuentro secreto en las proximidades de El Cairo con una inluyente sufragista inglesa, una compositora de operetas cómicas que acababa de regresar de una expedición al Sudán, donde se había pasado toda una tarde en la cabina de su barco privado fotografiando a un joven y bello hermafrodita, un criador de camellos llamado Mohammed, en otro tiempo la esposa de un jeque tribal.
La esposa había recibido constantes palizas a manos del jeque, según se enteró la sufragista mientras realizaba las fotografías. Conmovida por la compasión que siempre le despertaba una mujer que había padecido los prejuicios del mundo, aquella tarde acabó haciendo el amor de forma apasionada con Mohammed. Pero, para su disgusto, no había salido ninguna de las fotografías.

Y, por último, una situación vivida por Stern con un santón, en su búsqueda del original de la Biblia del Sinaí:
- ¿Y usted? -preguntó Stern, con cansancio una vez más.
- Yo no necesito imágenes talladas -contestó el hombre con desdén-. Dios está conmigo. Aguarda hasta mañana y al amanecer verás al único y verdadero Dios.
Stern se quedó toda la noche. A la mañana siguiente el hombre se levantó muy temprano, se tomó un frugal desayuno y defecó. Metió la mano en la mierda y sacó una piedrecita lisa que lavó con respeto y ungió con aceite, tras lo cual se la tragó de nuevo con una sonrisa triunfante.
- Mañana, a la misma hora -dijo-, Dios vendrá de nuevo, y si deseas regresar, podrás adorarle.

Las historias de Strongbow, que practicamente suponen la mitad de la novela son punto y aparte ;)

Puedes encontrar más información sobre el autor y su obra en la página Jerusalem Dreaming.

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